Ryu es un obrero como puede serlo cualquiera, con dos diferencias: Es sordomudo, lo cual complica su vida en muchos niveles y, además, está desesperado. Su hermana necesita un transplante de riñón y él no puede donarle porque su sangre no es compatible. La tragedia parece inevitable, y los recursos extremos son algo en lo que ni piensa… hasta que es despedido de su trabajo. Ahí, la desesperación será total. Tanta que se verá negociando con traficantes de órganos, que le prometen un riñón para su amada hermana a cambio de su riñón y 10 millones de Wons (unos 9 mil dólares). Él accede, pero en la intervención sucederá algo trágico: Los traficantes lo estafan, le roban su riñón y el dinero y, por supuesto, no le dan el que necesita su hermana. Esto lo llevará a tomar una medida mucho más extrema: secuestrar a la hija de su ex jefe para cobrar el rescate y volver a intentar conseguir un órgano, pero su hermana no lo tolera y por eso decide quitarse la vida. A partír de allí todo irá cuesta abajo, con twists que provocan que el espectador cambie de bando a cada escena. Aquí no hay buenos ni malos: hay desesperados y, sobre todo, mucho dolor y sed de venganza.
Oldboy
El día que conocemos a Lee Geum-ja está saliendo de la prisión. Ella estuvo encerrada por haber asesinado a Won-mo, un estudiante, y el caso fue una sensación en todo el país, ya que ella, una chica rostro bello y angelical, no daba el perfil de un asesino. Pero ella confesó, las pruebas la acusaban y el juicio se hizo. En la carcel ella buscó el camino espiritual, tuvo un excelente comportamiento y, años después, se ganó la libertad. Pero lo que sigue no es una historia de amor a la vida y un abrazo a la fe, sino una historia de venganza. Lee Geum-ja no asesinó a Won-mo. Ella fue el chivo expiatorio que eligió el verdadero asesino, que la amenazó con matar a su hija recién nacida si se atrevía a acusarlo. Ahora, comenzará a cobrarse los favores que le hizo a sus compañeras de cárcel que también están libres (a una le donó el higado, noten el guiño). Así conseguirá comida, alojamiento y, sobre todo, armas. La cacería comienza, y el asesino, el señor Baek, un profesor de escuela, está enterado. Que el juego comience.
El encierro, la desesperación y el cobro de cuentas son los ejes fundamentales de la Trilogía de la Venganza de Park Chan-wook, y todas comparten otro detalle clave: la empatía. No importa qué tan violenta sea la película, qué recursos utilicen los protagonistas. El director se encarga de dejar claro que para estos personajes el fin no solo justifica a los medios, sino que los idolatra. Y esto nos pone a nosotros en el debate interno de “¿Qué haría yo si…?” generando no solo reflexión, sino también incomodidad, porque tal vez descubramos que si, que posiblemente también tomemos el camino de la oscura (¿y dulce?) venganza.
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